Ernesto Priani

Brevedad, fragmentación, sabiduría

Presentación dada en Social Media México, Tecnológico de Monterry,

Campus Ciudad de México, 9 de diciembre 2010

 

 

La brevedad y la fragmentación son una característica común a todas las redes sociales. Cierto, no son las únicas, quizás tampoco son las más representativas, ni siquiera las más importantes. Aun así, detenerse en ellas puede ser útil. A fin de cuentas, el que los textos dentro de las redes sociales sean cada vez más breves y fragmentarios, despierta algunas interrogantes. ¿Qué cualidades hay en la brevedad que la hacen una forma más eficiente de comunicar socialmente? ¿Qué deja hacer la brevedad que la extensión no permite? ¿Cuáles son, pues, sus ventajas para la comunicación y el conocimiento? Pero, al mismo tiempo, ¿qué implica la fragmentación en términos de la conformación de la textualidad digital? Es decir, ¿qué dice del texto digital? ¿Qué condiciones establece para su escritura, transmisión y despliegue?  Y finalmente, ¿cómo la brevedad y la fragmentación se conforman como cualidades del pensamiento? En otras palabras, ¿qué clase de estructura del pensar estamos desarrollando al producir mensajes con esas características? ¿Cuáles son las reglas que gobiernan esa forma de pensamiento?
Por supuesto, no se trata de preguntas que se resuelvan fácilmente. Tanto por su complejidad, como por la dinámica de transformación que experimentan internet y las redes sociales prácticamente cada día, es difícil dar cosas por establecidas. De modo que me propongo hacer sólo una especulación. Ensayar algunas respuestas, apuntar caminos y senderos posibles, tal vez rectificar alguna idea. El terreno es movedizo, y la suerte de esta reflexión dependerá de qué tan bien encuentre asideros dónde detenerse. No puedo garantizar, pues, otra cosa, que ejercitarnos en la indagación de esas inquietudes.

 

Brevedad

Brevedad es una palabra de dos filos. En uno de sus lados, es concreción, concentración, unidad completa dónde se encuentra todo sin que sobre nada. Es la característica esencial del resumen y de la conclusión. Por el otro, brevedad es carencia y falta. Implica que algo se queda corto, y por tanto es insuficiente. Por eso pensamos el fragmento también como algo breve. A fin de cuentas, las ideas asociadas con la brevedad son contradictorias. De un lado la concisión de la otra la limitación.
Por las redes sociales circulan todos los días, por igual, fragmentos que conclusiones. Esa es, en general, la forma de la comunicación en ellas. Es, si se me permite decirlo así, la forma de comunicación que más les conviene. ¿Pero en qué estriba esa conveniencia? Es decir, ¿qué deja hacer la brevedad que no permite la extensión?
La extensión es, casi por definición, la forma de expresión de la totalidad en su despliegue. Es decir, permite dar detalles de cómo se desenvuelve el todo en cada una de sus partes. Es el modelo de las prolijas sumas medievales, tratando, como escribe Santo Tomás, “de investigar por medio de la razón todo cuanto la razón humana nos puede llegar a descubrir acerca de Dios”. (Suma contra gentiles1, IX p. 10).  Es el mismo caso de la Enciclopedia en la Ilustración y es una característica de ciertas obras del siglo XIX y la primera mitad del XX. Pienso por ejemplo en The History of Magic and Experimental Science de Lynn Thorndike, escrita en ocho volúmenes entre 1923 y 1958, que resume cerca de 25 siglos de pensamiento mágico y científico. Y, por supuesto, es el caso de la novela, como Cien años de soledad de García Marquez, la Guerra y la Paz de Tolstoi, José y sus hermanos de Thomas Mann. Totalidades desplegadas hasta en sus mínimos detalles.
En todas estas obras la extensión es sinónimo de completitud y exhaustividad. El punto principal es que en ellas no hay cabida para huecos o vacíos. La extensión, llena, con abundantes detalles, todos los espacios en blanco. Se concibe, pues, como el despliegue desde un solo punto, de una sola dimensión, de la que se describe sobre todo sus conexiones. Los puntos de unión, las bisagras.
La brevedad, por el contrario, representa la totalidad en su concreción expresada como un punto de vista fragmentario. La idea es un poco más compleja que la de la extensión, porque no se trata de describir cómo la totalidad se despliega, sino cómo se concentra y se ve reflejada, completa, en múltiples puntos. La brevedad corresponde a una estructura monádica del mundo, que es la contraparte de la extensión que reflejan la novela y la suma. En ella no se describen los puntos de unión, sólo se asume su posibilidad.
Lo que hago aquí es trazar una analogía entre la forma de las redes sociales, la brevedad de los mensajes que la componen, con las Mónadas de Leibiniz. Este filósofo de origen alemán, concibió en el siglo XVII, la idea de un universo formado por sustancias simples que, enteramente autónomas una de otra, podían construir sus relaciones porque, en particular, cada una reflejaba la totalidad del universo. En esa maravillosa metafísica de la brevedad que es la Monadología, Leibiniz lo describe así:

Se podría dar el nombre de Entelequias a todas las substancias simples, o Mónadas creadas, porque tienen en sí mismas una cierta perfección, se da en ellas una suficiencia que las convierte en origen de sus acciones internas y, por así decir, en Autómatas incorpóreos. (Monadología 18)

Y en otro apartado

Este enlace o acomodamiento de todas las cosas creadas a cada una y de cada una a todas las demás, hace que cada sustancia simple tenga relaciones que expresen todas las demás, y que ella sea, por consiguiente, un espejo viviente y perpetuo del universo. (Monadología 56)

Cada mensaje dentro de una red social comparte, en su brevedad, las dos categorías básicas de las Mónadas: son entidades autónomas y perfectas, porque son plenas de sentido y completas, y a la vez, son un “espejo viviente del universo” porque se conciben como un haz de relaciones posibles. Eso es exactamente ser un punto en una red, lo mismo de mensajes que de personas: el mensaje como la persona es concebido como una entelequia (un fin en sí mismo), que a la vez es la posibilidad de una infinidad de relaciones. Eso es lo que permite la brevedad en su doble filo. La concentración en un punto y la limitación que supone la existencia de reelecciones que completan ese punto, pero que no son expresadas.
Si, la brevedad es condición de fugacidad, ligereza y prontitud –atributos todos que buscan las redes sociales- pero sobre todo, es condición de multiplicidad y descentralización. La brevedad conviene a las redes sociales y a su estructura de comunicación, porque es la cualidad que supone la unidad de sentido y una constelación de relaciones a partir de su insuficiencia.

Fragmentación

Basta con mirar hacia las primeras publicaciones en Internet para darnos cuenta que lo que comenzó como el despliegue continuo del texto, al no poderse representar adecuadamente en la pantalla, desde un principio, la página de papel, se ha ido volviendo cada vez más un proceso de fractura del texto.
De hecho, desde que fue posible representar la página en el monitor, el texto se dividió y se hizo accesible ya no de un modo continuo, sino a través de un grupo de pantallas que se presentaban como secuencia. Sin embargo, esta fragmentación del texto tuvo consecuencias distintas a las que se produjeron cuando el continuo en el rollo de papiro se rompió para dar lugar a la página de papel.
La página de papel no es una hoja suelta, sino que se define precisamente por formar parte de un conjunto. En este sentido, una página es la relación de una parte con su conjunto, dentro del cual cobra valor y sentido. Por eso, si bien la aparición de la página en el siglo XII fracturó el texto, mantuvo la unidad material de la obra, al referir la página, siempre, a su conjunto. Pero con la página en pantalla no ha ocurrido lo mismo. En el monitor de la computadora cada página es una hoja suelta, una entidad independiente que no se define por su relación con un conjunto, sino por su propia autosuficiencia. Es decir, la página digital fractura no sólo el texto sino también la unidad de la obra. O, quizás, con una mayor precisión, la página digital establece límites a la unidad del texto: esta no puede ir más allá de la página que la contiene.
Esta fractura del texto es la lógica que encontramos en la base de dos fenómenos: la conformación de una escritura para las pantallas y el diseño y desarrollo de nuevos sistemas de comunicación textual en Internet.
No existe aun una escritura estándar para las pantallas, pero el punto de partida de toda escritura web tiene como premisa la máxima de que en internet “no se lee”. Afirmación, por supuesto falsa, pues la lectura es un componente esencial de la comunicación digital, pero que se ajusta, de un modo curioso, a la realidad de la lectura en pantalla, pues revela dos cosas sobre ella: por un lado, que se trata de un acto distinto a la lectura en papel (por eso no se lee), y por otro, que se trata siempre de una lectura que se interrumpe.
Es en función de esto que se aconseja escribir de manera breve y concisa para la pantalla y además, invertir la pirámide tradicional de la escritura para comenzar siempre con las conclusiones, pues no podemos determinar hasta que punto el lector interrumpirá su lectura. En todo caso, el mensaje es claro: el valor primordial del texto digital es su brevedad. De ella depende que pueda ser contenido y visto en la actualidad de la pantalla, al tiempo que evita la interrupción de la lectura.

Sabiduría

Las máximas, los aforismos, los apotegmas, los refranes, las adivinanzas, todos ellos pensamientos breves y fragmentarios, fueron la forma de transmisión de la sabiduría en un origen. Su existencia inicial, corresponde más a la enseñanza oral que a la escrita. Y tiene más una función mnemotécnica que literaria. Las máximas son, en todo caso, la forma de sobrevivencia de la sabiduría cuando no había otra forma más de registro, que su paso de una persona a otra, de una generación a otra.
Todas estas formas de la sabiduría, sin embargo, también pasan a la escritura. Ello implica, por supuesto, cambios y transformaciones significativas. Y el primero de ellos, pues, es dejar de ser algo dicho y luego escrito, a ser algo escrito y luego dicho.
Aunque es posible establecer la reaparición de los textos breves en la Edad Media, en los resúmenes o tesis con que se sintetizaba un largo texto, y que se añadían al principio o al final para ayudar al lector, lo cierto es que no es sino hasta el Renacimiento, que la escritura de textos breves se vuelve un género tanto editorial como literario. No sólo aparecen las colecciones de sentencias de sabiduría que perduran hasta nosotros, sino que de manera intencional hay autores que comienzan a producir máximas, sentencias y aforismos.
Al dar este paso hacia la escritura, el texto breve se convierte precisamente en una producción original, en un modo específico de escribir que supone una forma de pensar orientada, justamente, a ese fin.
Hay que considerar, para comprender mejor cuál es esta forma, que la característica principal de los textos de sabiduría breve del Renacimiento es su orientación hacia las cuestiones morales. Lo que define al aforismo renacentista y moderno, pues, no es sólo la brevedad sino el que ésta forma sea considerada mas apropiada para hablar de eso. Todavía en el siglo XIX, al definir el aforismo, Samuel Johnson dice que se trata de un precepto contraído en una sentencia corta, que debe comprenderse por sí misma, ser breve y tratar un tema moral. (Morson 2003, p. 409)
El proceso de reflexión que constituye el aforismo moderno puede describirse del siguiente modo. El aforismo es producto de la observación de la vida social, la destilación de las impresiones que causa y la revelación de sus vicios. Tiene como función al mismo tiempo que mostrar lo oculto, educar. El ingenio puesto en la producción de esos fragmentos, es el de causar una impresión duradera sobre un desnudamiento de la vida social, que sin embargo no es obsceno. La elegancia de las máximas morales es precisamente eso: enseñar sin ofender, edificar sin destruir. Los ejemplos, por supuesto abundan Pascal, La Rochefoucault, el propio Johnson, Wilde.
Sin embargo, hacia finales del XIX y principios del XX, las sentencias, aforismos y máximas se liberan del imperio del moralismo, y pasan a ocupar un lugar central en la expresión filosófica: Nietzsche, Wittgestein y Roland Barthres, llevan la sentencia breve a otros terrenos.
Según Vanderndorpe, “para Roland Barthes el fragmento conduce al juego de las diferencias y de lo indecidible, creando “explosiones” de lectura que claramente pertenecen al orden de un texto para la escritura, que de un texto para la lectura, dominado por la demanda de la escritura tradicional por la coherencia y la plenitud.”
Los términos claves aquí son diferencia e indecidible. Pues en buena medida, la escritura breve contemporánea busca invertir el proceso del ingenio moderno. Si este sacaba a la luz lo que estaba en la oscuridad, y colocaba a las costumbres precisamente en el centro de su temática, por ser ese el ámbito donde lo oscuro puede aflorar. El aforismo contemporáneo coloca en la oscuridad, algo de lo que está a la luz.  Al suprimir los conectores, al renunciar a la explicación, la sentencia enfatiza lo diferente y lo coloca en el terreno de lo que no puede ser decido. En el punto ambiguo de lo que no puede ser dictaminado como verdadero ni falso. Se trata de una escritura que ilumina solo una parte del todo, deja en la oscuridad el resto.

De lo que pasa a lo que piensas

Cada vez que cambiamos el estatus en Facebook, cuando introducimos un nuevo hecho en twitter hacemos una operación que es un acto breve, de fragmentación de la escritura y que sirve para iluminar una parte y oscurecer otra.
En su brevedad, cada estatus, intenta referir a la totalidad desde un solo punto. No importa de que se trate: referir un hecho, retrasmitir una información, apuntar hacia un texto o una imagen, sintetizar un sentimiento, externar una valoración, transmitir un pensamiento. Cada uno refleja, de manera absolutamente concentrada, una forma de mirar el todo. En abstracto, el despliegue de todos las actualizaciones, más sus conectores, es una definición completa de una entidad que mira al mundo, pero de la que, en realidad, vemos solo fragmentos.
El fragmento tiene, sin embargo, la función de ser presente. ¿Que otra forma de representar la actualidad, el hecho de que miro a la pantalla en este instante, sino como fragmentación? Uno de los mayores valores del texto digital es que pueda ser contenido en su totalidad en la pantalla. Y ajustarse al ritmo de mi atención, acabarse cuando he perdido el interés. Se ha descrito mucho la escritura en la pantalla como un diálogo. El diálogo solo tiene sentido cuando es presente, actual, cuando está ocurriendo. La fragmentación del texto en las redes sociales, obedece a esta necesidad de comunicación en un tiempo real, suspendido, y que se activa, cuando poso mis ojos en la pantalla.
Es una escritura, pues que ilumina solo una parte del todo, deja en la oscuridad el resto. Que supone, como parte suya, un infinito mundo de conexiones que no declara, pero que no niega. Una infinitud de alternativas a su propio decir, que no niega, pero tampoco declara.
Las redes sociales viven en el extremo de la diferencia. En la imposibilidad epistémica de dar cuenta de la totalidad. Suponen una sabiduría construida de pedazos y claro oscuros, donde nos permitimos sólo iluminar cada parte una vez. Es el todo, repetido en una infinidad de partes.

Bibliografía

Texto citados
Murray S. Davis. “Aphorisms and Cliches: The Generation and Dissipation of Conceptual Charisma”. Annual Review of Sociology Vol. 25, (1999), pp. 245-269 Published by: Annual Reviews
http://www.jstor.org/stable/223505
Gary Saul Morson. “The Aphorism: Fragments from the Breakdown of Reason”. New Literary History.  Vol. 34, No. 3, Theorizing Genres II (Summer, 2003), pp. 409-429 Published by: The Johns Hopkins University Press http://www.jstor.org/stable/20057791
Santo Tomás de Aquino. Suma contra gentiles. Introducción general por José M. de Garganta. Madrid, Editorial Católica, 1967
Leibniz. Monadología. Edición trilingüe introducción de Gustavo Bueno. Traducción de Julián Velarde. Pentalfa ediciones, España, 1981.
Vanderndorpe, Christian. From Papyrus to Hypertex. University of Illinois Press 2009. Traducción Phyllis Aronoff y Howard Scott.

1 Comment to Brevedad, fragmentación, sabiduría

  1. September 6, 2012 at 6:03 pm | Permalink

    Muy grato leer, párrafo a párrafo, renglones lineales, descriptivos, no pocos caracteres acerca de una palabra de varias sílabas: sabiduría; y extenderse en el monitor para hablar, por escrito, sobre lo dicho en breve y en fragmentos en la redes (elusivas) pero sociales, quesque.
    SALUDOS

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