En la prepa siempre me enorgullecí de que leía libros gordos. Grandísimos volúmenes de más de 500 páginas, que se veían gruesos y pesados bajo el brazo, útiles para subrayar que yo sí era un intelectual. En la librería, en cambio, esos libros eran otra cosa. Uno siempre se lo pensaba dos veces antes de comprar la Montaña mágica o El señor de los anillos por la inversión quesignifican en costo y en tiempo. El tamaño del libro, qué podemos decir, siempre fue una razón de mucho peso para decidirse por él. Una razón, por ejemplo, que está en el fondo de mi decisión de no leer Corazón de piedra verde.
Ahora que vivo mis primeras experiencias de lectura sistemática de ebooks, una de las primeras cosas en que reparo, es que no hay ebooks gordos. O mejor, que sí los hay, pero no hay forma de verlo, o quizás, con mayor precisión, que los hay, pero uno lo descubre cuando ve que pasan los días y no termina el libro.
Hasta ahora sólo había comprado para mi Kindle libros de un tamaño convencional. Pero hace no mucho compré Quelli che amiamo non muoiono de Mario Fortunato. Por supuesto, no costaba ni menos ni mas que cualquier otro ebook en la tienda y no se veía gordo por ningún lado. A final de cuentas, uno no puede saber qué tan gordo es un archivo, o de qué depende que este pese más o menos. Descubrí que era un libro de muchas páginas cuando simple y llanamente comencé a leerlo, los días pasaban (continúan pasando) y el porcentaje de avance no era muy significativo. Al no haber páginas que nos permitan saber cuál es el tamaño del volumen, sino sólo una barra de porcentaje o de aproximación, descubro que con los libros electrónicos, las lectura no está predispuesta por la expectativa del tamaño del libro.
Este es quizás el cambio más notable, debe haber seguramente otros, al comenzar a leer libros electrónicos. La expectativa de lectura, y el abordaje del texto, no puede basarse en su volumen -aun cuando tengamos alguna idea lejana de cuál. No se de qué forma esto modificará el modo en que leo. Pero por lo pronto, ya no servirán, como en la prepa, para mostrar cuánto es lo que uno lee.
Tal vez ahora podamos presumir de algo así como que “leí un libro de 20 MB”. Ya no es gordo, pero sigue siendo pesado.
No precisamente: los libros pueden tener imágenes, o fuentes tipográficas adjuntas que aumenten su tamaño sin aumentar la cantidad de texto, pero supongo que ése sería el equivalente a las letras grandotas y las páginas gruesas para engoradar los libros 🙂
Quizá la “intelectualidad” ahora implica otras cosas. Si es que hay algo parecido a una “nueva intelectualidad”, claro; en cuyo caso habría qué preguntarse el sentido que adquiera.
Mi eReader indica el número de páginas, pero no coinciden con la edición de papel. Personalmente los ebooks han sido mi salvación, porque vivo en Berlín.
“¡Pobres libros de papel!”
http://jaimedespree.de/articulo.php?id=28