Ernesto Priani

El caso de la Questura (segunda parte)

Como les contaba en el post anterior, armados con los documentos que nos solicitaban, mas otros que no hacían falta pero que llevábamos por si las moscas, volvimos a la Questura. Esta vez todo sería diferente. Íbamos, por supuestos, más tranquilos, porque ya sabíamos que ahora sí teníamos todo.

Llegamos, sacamos ficha y, más o menos rápidamente, nos recibieron en la ventanilla. Nos dieron cita sin ningún problema solo que la fecha era posterior a los noventa días en que mi esposa estaba autorizada a permanecer en Italia. Se lo dijimos al funcionario cuando vimos la fecha y nos respondió: “Pero si no la vamos a echar, es la esposa de un ciudadano comunitario”.

Casi dimos brincos de júbilo. Era la primera vez que un funcionario nos decía que no teníamos que preocuparnos. Así que volvimos contentos, cambiamos la fecha de regreso del boleto de avión (con su costo respectivo), ya seguros de que no habría problema. No sabíamos que el camino que faltaba todavía sería largo y con sorpresas.

El día de la cita llegó. Volvimos al edificio gris de la Questura en la fecha precisa, confiados en que ya todo estaba hecho. Esperamos un rato a que nos llamaran. La verdad es que no tienen un método muy depurado para llamarte. Para las citas te entregan un número y, dependiendo de si sirve o no el tablero electrónico, una vez no servía, la primera, y una vez sí, la segunda, te llaman por número o debes estar pendiente del tablero. Pero para esta segunda etapa de cualquiera de las ventanillas te llaman por tu nombre. Y hay tres problemas, la sala es pequeña y sumamente ruidosa, te llaman a través de unas bocinas pequeñas en cada ventanilla que distorsionan el sonido, y pronuncian tu nombre a la italiana, de modo que hay que está muy pendientes y tratar de entender unos gruñidos bien poco claros.

En fin, nos llamaron y entendimos que lo hacían. Fuimos a la ventanilla, entregamos los papeles, todos, los que sí y los que no hacían falta. Después de revisar todo y mientras me extendía un papel que yo debía llenar en el cual, literalmente, declaraba que me hacía responsable de mi esposa, una conversación entre Domenico y la funcionaria tenía lugar. Ninguno entendía muy bien, pero, luego de un rato, comprendimos que hacía falta algo. Una cosa que se llama Cessione di Fabbricato. Todas las alarmas se prendieron. Pero ¿qué es eso? ¿Dónde se consigue? ¿Quién debe hacerlo?

Ya fuera de la Questura, el paciente Domenico nos explicó que la Cessione di Fabbricato es una declaración ante la policía del municipio en que vives, por la cual voluntariamente avisas que tienes viviendo en tu casa un residente extra comunitario. Lo que no estaba claro es quién debería hacerlo, según la funcionaria, debía ser el propietario del departamento que habitamos. Teníamos dos semanas para entregarlo y, si todo iba bien, finalmente el permeso di soggiorno sería concedido.

Hablé con Pacífico, mi casero, que accedió a que fuéramos juntos a la comisaría de policía a preguntar, primero, quién tendría que hacer la declaración y, después, hacerla. Pasó por mí en la mañana del miércoles, la comisaría queda muy cerca de casa. En el auto me explicó que había un problema –por supuesto, nada puede ser fácil en estas cosas-: la Cessione di Fabbricato debe hacerse a más tardar una semana después de alojar a un ciudadano no comunitario – es una disposición de la ley antiterrorista- de modo que, me dijo, habrá que decir que mi esposa había llegado hace unos días. Ok, dije, sabiendo que seguramente al ver la fecha de entrada en el pasaporte, no iba a ser muy difícil que se dieran cuenta de que no había llegado unos cuantos días atrás. Pero en fin, ¿quién soy yo para entender cómo opera las cosas aqui?

Al llegar a la comisaría la conversación se desarrolló más o menos así:

-Qué desean

-Hacer una la Cessione di Fabbricato. Pero no sabemos quién debe hacerla. La situación es así….

-Ajá, debe hacerla usted (osea yo). A ver, ¿cuándo llegó su esposa?

-mmmm, la semana pasada.

-¿me muestra su pasaporte?

… le entrego el pasaporte, lo mira…

– Entró hace como tres meses…

-Pero no había llegado a Italia

– mmmm digamos que tiene un poco más de tiempo que llegó aqui

silencio

-Estamos haciendo trámites en la Questura…

– Bueno, llene estos papeles.

Lleno los papeles, sacamos fotocopias y dejo la fecha de llegada en blanco. Regresamos con el policía.

– ¿Qué fecha pongo?

– mmmmmmm prolongado…. La de hacer cuatro días

El policía recogió los papeles, les puso los sellos y me entregó una copia. Después, mirándome a los ojos me dijo: “Si va a recibir otro pariente tiene que hacerlo no más de una semana después de su llegada. La multa por no hacerlo es de 300 euros”.

Por alguna razón el regaño resultó una especie de fanfarria, no sólo porque no tendría que hacerlo otra vez, sino porque tenía ya el último papel que nos hacía falta. Así que puse cara de “sé que me porté mal y no volverá a ocurrir”, y salimos de la comisaría.

Volvimos a la Questura en la fecha prevista y esta vez esperábamos que fuera la última vez. A diferencia de las otras veces en que habíamos ido rápido y con poco tráfico, esta vez fuimos por otra ruta –es lo incierto de confiar en google maps- y encontramos mucho tráfico. Eso, claro, solo ayudó al estrés, pues no llegaríamos puntuales.

Por fortuna llegamos solo unos minutos después de la hora y entregamos nuestra cita, junto con la Cessione di Fabricato. Nos llamaron a los 10 minutos. ¿Podría la señora sacarse unas nuevas fotos?

No entendíamos nada. Pero, en fin, hicimos nuevas fotos y las entregamos.

Alrededor de la ventanilla donde entregan los permisos nos arremolinábamos todos, ansiosos en espera de noticias. El tiempo pasaba y no llamaban a nadie. Después comenzaron, con una lentitud que desesperaba a todos. El grupo se iba haciendo cada vez más pequeño y no nos llamaban a nosotros. A algunos les habían pedido que volviera otro día, así que no sabíamos que podía pasar.

De pronto nos llamaron. Mi esposa fue a la ventilla, firmó unos documentos y, fianlmente, recibió su permeso di soggiorno por 5 años.!

Después de todo el esfuerzo hecho, aquello no era solo una buena noticia, sino una sorpresa, porque sólo estaremos unos meses más. Aunque, claro, desde ese día, mi esposa hace planes para quedarse más.

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