En la semana, Guillermo Hurtado, un colega del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, puso como estado en Facbook la frase:
Hay pocos clientes en la librería. Recorro con la vista el estante de filosofía, ordenado alfabéticamente. Sigo siendo una ausencia entre Hume y Husserl.
La idea, de inmediato, me provocó. Guillermo no es el único que experimenta ese estado de ser un ausencia. La sensación de no ocupar ningún lugar -en la librería, en la historia de la filosofía, en la cultura- es común, pienso, a todos los que hacemos filosofía lejos de los grandes centros culturales y en la academia. Pero la ausencia no se debe únicamente a esa desubicación y al lugar que la academia ocupa dentro de la cultura. La filosofía que está en los estantes en la librería, representa el canon de la historia de la filosofía. No es menor el hecho de que se trate de un lugar vacío entre Hume y Husserl. El acceso a los estantes está mediado por un reconocimiento que coloca a algunos, muy pocos, en la condición de históricos. Pero hay que notar, también, que la historia que ocupa los estantes no tiene lugar para la filosofía hispanohablante en general -con unas muy contadas excepciones, normalmente españolas.
Luchar contra ello es frustrante. Se trata de un sistema que excede cualquier esfuerzo individual. Un sistema que padecemos, pero también la frecuentamos. Revisemos nuestros estantes. ¿Qué tanto se parecen a los de las librerías?, ¿Qué tanto llenamos esas ausencias?