En abril de este año se llevó a cabo el debate entre Žižek y Peterson. Yo preparé un texto para aparecer en El financiero, pero por diversas circunstancias, no apareció. Un poco lejos en el tiempo, pero lo publico ahora a continuación:
Žižek vs Peterson: la imposibilidad del debate
Hace un par de semanas la filosofía o, quizás con mayor precisión, lo que se llama crítica cultural, protagonizó su gran evento de la post verdad. El que se promocionó, por supuesto, de manera totalmente exagerada como el debate del siglo.
La fecha elegida para que el filósofo y psicólogo hegeliano, marxista y lacaneano, educado en Belgrado y en París, Slavoj Žižek de 70 años, debatiera con el psicólogo clínico y crítico cultural educado en Canadá, Jordan Bernt Peterson de 56 fue, si los símbolos aun importan o quizás, porque no importan, el viernes santo.
A tono con esto el tema del encuentro entre estos dos intelectuales fue, por decir lo menos, desconcertante. Primero, porque se proponía como un enfrentamiento y, segundo, porque uno de los enfrentados era un fantasma: el marxismo.
Así, el cartel con el que se promocionó este debate del siglo entre una estrella mediática de la filosofía y un débil aspirante al título como si fuera una pelea de box entre dos pesos pesados fue: «Felicidad: Capitalismos vs marxismo».
No creo que haya nadie que piense que hoy en Canadá, donde se llevó a cabo el debate, el marxismo sea una alternativa teórica, política o incluso ética –sobre todo si hablamos de felicidad. Pero no debe sorprendernos, una característica de nuestros días es la artificialidad de los enemigos, su carencia de sustancia, pero, al mismo tiempo, la necesidad de su presencia para dar alguna legitimidad a los argumentos. Es igual si son marxistas, chairos, fifís o conservadores, ninguno posee verdadera identidad.
Desde mi punto de vista, si algo mostró el debate entre Žižek y Peterson fue precisamente la imposibilidad de la confrontación y, paradójicamente, su necesidad.
El primero en tomar la palabra en un segmento de media hora fue Peterson. Para entrar a tema decidió hacer una crítica al Manifiesto comunista de Marx y Engels. Una elección fallida: el Manifiesto no es un texto teórico sino un panfleto político. Los argumentos que quería encontrar Peterson para cuestionarlos no se encuentran ahí sino en otras obras –como le hizo notar Žižek más adelante.
Peterson recurrió, pues, a la estrategia de un estudiante flojo: leer la obra sin revisar ninguna otra obra del autor, ni ninguna referencia secundaria, pensando que basta con su comprensión muy general de las ideas vistas en la obra para discutirlas oponiendo, otras posiciones igualmente primarias y generales.
Argumentó que la lucha de clases no era la única lucha dentro del capitalismo, porque si miramos al hombre desde la psicología hay muchas luchas, comenzando por la sobrevivencia. Hubo risas en la sala. Luego reprochó a Marx y Engels que no es fácil identificar quién es explotador o explotado.
¿Las risas eran de incredulidad? Peterson siguió denunciando que el Manifiesto no señala cómo se escogerá a los líderes del proletariado, para acabar por explicarle a Marx y a Engels algo que seguramente no habían entendido, que las ganancias no son malas.
Žižek tomó entonces el estrado. Ignoró por competo todo lo que Peterson había dicho, traía un texto preparado, y comenzó a hablar… de sí mismo, de esos liberales (el otro enemigo), que eran sus mayores críticos.
Quedó claro, de entrada, que el marxismo no era tema de su interés. ¿Para que discutir con ese fantasma si ahí están China, Trump y Bernie Sanders?
El mayor talento de Žižek es la provocación. Su intervención puede sintetizarse en un puñado de ideas controversiales:
China es ejemplo de un capitalismo autoritario, porque esa es también una opción del capitalismo.
Trump es un ejemplo de que ya no hay autoridad, porque es él quien defiende los “valores tradicionales”.
Berni Sanders en cambio, es sólo un moralista. El sufrimiento, de los más pobres, de los oprimidos, no es prueba de autenticidad.
El terrorismo ha mostrado que, si hay un Dios, todo es posible. La ideología hace que buenas personas hagan cosas horribles.
And so on, and so on….
La larga sesión de intercambio que siguió a las presentaciones iniciales no aportó mucho. Pero dejó en claro una cosa: los oponentes estaban de acuerdo desde el principio. El mundo capitalista (porque no hay otro) enfrenta muchos problemas cuya solución, oh sorpresa, no es fácil.
Más que una tenaz lucha por, si ya no la verdad, al menos ideas que construyan alternativas para pensar, el pobre debate del siglo sólo ayudó a constatar que, en tiempos de la post verdad, interlocutores, enemigos e ideas, lucen por su banalidad.
Excelente crítica a lo que fue ese debate.