Hace unos días terminé de leer la novela de Lars Iyer, Wittgestein Jr. publicado en inglés por Melville House. La descubrí leyendo una reseña de The Thelegraph, mientras buscaba qué leer. El título de la novela, como la descripción de su -podríamos decir- no trama, hizo que me interesara en ella. Wittgestein es una figura que ha dado lugar a muchas novelas con anterioridad. Desde el El caso del anillo de los filósofos, de Randall Colins, un caso de Sherlock Holmes en donde el conocido filósofo desaparece de Cambridge, hasta A philosophical Investigation, the Philip Kerr, una novela futurista de detectives donde, el filósofo ha ocupado la imaginación de muchos. Curiosamente, en ninguna de las novelas se había intentado dar cuerpo a una reflexión sobre la filosofía, sino mas bien utilizar el ícono para crear al rededor de él situaciones de ficción.
La novela de Lars Iyer es otra cosa. Iyers es un profesor de filosofía en inglaterra, y ha utilizado su literatura para satirizar la vida académica. Y así parece hacerlo también en Wittgestein Jr. Sin embargo, a pesar de hacer mofa de lo absurdo que pueden llegar a ser las clases de filosofía y el ambiente en la Universidad de Cambridge, Iyers va construyendo una reflexión sobre el porvenir de la filosofía.
A quien sus alumnos apodan Wittgestein Jr. es un exagerado representante de la casta de los filósofos. A él lo escuchamos afirmar sentencias cada vez más oscuras, mientras sus alumnos son la voz a través de la cual entramos a su casa, lo miramos, sabemos algo de él, y poco a poco comenzamos, si no a entenderlo, si a enamorarnos de este personaje que es, al mismo tiempo absurdo, anacrónico, incomprensible, pero también empecinado, sincero, de muchas formas frágil e indefenso.
Al final, me quedé con la idea de que la filosofía se parece mucho a él. Que mirada desde fuera, y más si es mirada desde fuera de las humanidades, se ve precisamente así. Es difícil saber si Wittgestein Jr. es el canto a un ocaso o una reivindicación de la filosofía, frente a un mundo que no la comprende. En todo caso, se lee con facilidad y te envuelve en el misterio de aquel que busca la verdad con el más imperfecto de los instrumentos: la razón.