La información en México es un bien escaso. Lo es porque su producción permanece centralizada en el Estado, por herencia y continuidad de un pasado autoritario, y porque las fuentes que deberían ser independientes, principalmente los medios de comunicación, reproducen el mismo esquema de hacer de la información el privilegio de unos cuantos.
El tránsito hacia la democracia en México no hay ido acompañada por una democratización de la información. Y quizás la mayor deuda en este aspecto no es la del Estado y los gobernantes, a fin de cuentas renuentes siempre a cambiar, sino la de los medios de comunicación que no han asumido la responsabilidad plena de hacerse fuentes autónomas de información, porque no han reflexionado y actuado, con suficiente amplitud y perfil crítico, sobre la profesionalización y democratización de sus estructuras, (dos cosas que van de la mano), y sobre la necesidad de distinguir, o al menos transparentar y aclarar, sus intereses como grupos económicos de su trabajo en el ejercicio informativo.
El caso del secuestro de Diego Fernandez de Cevallos es un ejemplos muy claro de cómo el manejo de la información dentro los medios de comunicación reproduce esa estructura de privilegios, por la cual se convierten en mensajeros de élites políticas, al tiempo que renuncian a constituirse en fuentes autónomas de información.
Llamo, ante todo, la atención sobre el papel que juegan en todo esta estructura, los columnistas políticos. Desde que, en principio, la principal televisora mexicana, Televisa, hizo pública su decisión de no informar sobre el secuestro (en coincidencia con la decisión del Estado de renunciar menos públicamente a investigar ese delito) la información sobre cualquier aspecto del tema desapareció de prácticamente todos los segmentos noticiosos de los medios, pero no de las columnas políticas, donde una y otra vez, cada semana, un columnista hace afirmaciones sobre quiénes, dónde, cómo se está negociando el secuestro. Al igual que ocurrió en el caso de Paulette, una vez que la autoridad decidió renunciar a informar sobre los avances, las columnas políticas se convirtieron en el único medio en que se proporcionaba algún indicio en cuanto a qué pasaba.
Las razones por la que sólo los columnistas pueden informar sobre estos temas “secuestrados” por la autoridad y por los medios mismos, son varias. La primera es que “confiar” información privilegiada a un columnista es un de las estructuras de privilegio que existen dentro de los medios y de la forma de relacionarse del Estado con los medios. Recibir esa información privilegiada tiene menos que ver con la calidad del trabajo de investigación periodística de medio o del columnista, como con su eficacia y confiabilidad en la circulación de los mensajes que al gobierno le interesa enviar. Además, el columnismo, tal como se practica en México, lo permite especialmente, porque es un espacio en el que la emisión de una opinión y el ofrecer información, se confunden. Y eso resulta particularmente conveniente porque permite presentar la información ya con un los matices y las interpretaciones que quien emite el mensaje quiere ver circular, para calibrar a la opinión pública, medir la reacción de las élites, controlar el efecto probable de un información, etcétera. Además, al tratarse de un espacio de opinión, cualquier información vertida ahí adquiere, inmediatamente, el valor de una mera opinión, y por lo tanto puede ser negado por cualquier parte del gobierno o de un grupo privado.
Así, se nos ha informado que Fernández de Cevallos no está muerto, que está secuestrado, que lo tiene un grupo guerrillero, que la negociación es muy profesional, que llevará tiempo, que se manejan muchos millones de dólares, que está fuera de México… En realidad, no importa quién lo afirma, nadie puede validar esa información por el simple hecho de que no hay fuente, se presenta como una especulación, aunque eleva al columista –en la medida en que las filtraciones sean confiables- a la calidad de élite privilegiada de la información.
En el caso de Paulette, uno de los beneficiado con las filtraciones fue Loret de Mola, quien anticipó en una columna el que sería el resultado final de la investigación. Su columna sirvió para que el gobierno del Estado de México midiera el efecto mediático de los resultados de la investigación y fuera, ella misma, un reconocimiento de que Loret de Mola opera de manera conveniente a juicio del gobierno del Estado de México. Además, dado que lo presentaba como una especulación, que el mismo Loret de Mola valoraba y sopesaba, podía cambiarse sin que fuera afectada en demasía la credibilidad de la columna o del gobierno… fin de cuentas, la columna (o la opinión expresada ahí) “podría” hacer hecho cambiar de parecer al gobierno. El juego de complicidades, como se ve, es casi perfecto…
El nacimiento del periódico Reforma, que reconoció las columnas políticas el principal valor competitivo del periodismo meixcano y el medio hacia un periódico democrático fue rápidamente imitado por el resto de los medios por ser un modelo exitoso, desde el punto de vista comercial e informativo.
Pero si eso significó en un principio una ruptura con el viejo periodismo y le dio una cara más democrática a la actividad periodística en México, porque las columnas podían al fin, los medios podían ser divergentes con la información oficial, y manifestar distintos puntos de vista… lo cierto es que con el tiempo se ha convertido en un mecanismo que el propio Estado y sus estructuras han sabido aprovechar para volverlo a su favor: un sistema de prebendas informativas y beneficios comerciales, que los medios han aceptado como parte de su propia estructura y que han explotado con éxito los periodistas privilegiados que han ido multiplicando su presencia en los distintos medios: radio, televisión, prensa. Hoy ellos constituyen la élite que informa, la élite que media entre el publico y la información. Y no son más que un puñado que administran el privilegio de la información.
Para mi es claro: el proceso democrático en México requiere del nacimiento de otros medios, y de otro tipo de trabajo periodístico que sea, él mismo, mucho más democrático (y necesariamente mucho más profesional). Por ahora, sin embargo, no se ve claramente cómo o dónde pueda nacer. En todo caso, es una tarea urgente.