Copio de la editorial de Íngrima, la nueva revista de filosofía dirigida por Josu Landa.
Hoy en día, la jurisdicción de la filosofía casi se reduce al estrecho coto de la academia: exiguos y escasos departamentos de algunas universidades, algún instituto de investigación, ciertas editoriales y bibliotecas destinadas a surtir de libros y revistas a quienes la cultivan en esos espacios, unas cuantas publicaciones especializadas y poco más.
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¿Se debe imputar ese hecho a la propia filosofía, es decir, a ese modo de vivir en procura del sentido -esa “vida contemplativas (bíos theorethikos), como la llamaba Aristóteles- o estamos ante la victoria de fuertes y prolongados embates desde algunas religiones, ciertas ideas de la ciencia, determinado modo de entender la política y la producción cultural, también algunas maneras más que discutibles de entender el pensamiento filosófico?
Quienes nos lanzamos a esta aventura llamada Íngrima nos inclinamos por esa segunda posibilidad: siglos de economicismo, ciencismo, tecnisimo y pragmatismo jurídico político -visiones, doctrinas, actitudes y prácticas que anulan por exceso las bondades potenciales de todas las ciencias y las artes, en principio comprometidas con la buena vida de todos- han mellado la más genuina tradición filosófica.
El saldo de esa persistente arremetida es obvia: en su mayor parte, lo que hoy se ofrece como filosofía es una serie de discursos lastrados por el especialismo, el academicismo, la lógica mediática (eso que la lucidez de un Nietzsche o un Karl Kraus condenaron con el genérico membrete de “periodismo”) y sobre todo, por la falta de vínculos estimables con la vida.
Es difícil no estar más de acuerdo y mi coincidencia con los términos de la editorial es plena. Pero yo enfatizaría todavía más eso de “la falta de vínculos con la vida”. Pues encuentro que muchos de mis colegas son portadores de ideas singularmente anacrónicas sobre lo que es ser filósofo –hay en general una imagen bastante conservadora del intelectual- y ésta se manifiesta a la hora de explorar sus relaciones con ciertas fuentes de la reflexión y de expresión. Y me refiero a una en particular, pero podrían ser muchas otras: su vínculo con internet, es pobre y desconfiado, y sobre todo lleno de prejuicios.
Celebremos, pues la aparición de esta revista (ya con más de un mes de haberlo hecho, y agradezcamos la decisión de discutir y de crear un nuevo espacio, para una nueva forma de pensar la filosofía.
Ingrima no tiene página web, pero si un correo: revistaingrima(en)gmail.com (8/6/2008)