Ernesto Priani

El carnicero

José Antonio Millán. El candidato melancólico. RBA libros
Blog de El candidato melancólico
Tenía que ser el carnicero. Eso es lo que, al final, en los agradecimientos, nos descubre José Antonio Millán:

 

Por último, tengo una deuda con mi carnicero, Jordi Casafemunt, del Mercado de Sarrià, quién reaccionó con tanto interés cuando le conté la etimología de albóndiga, que me convenció de que valía la pena divulgar ampliamente qué se esconde detrás de nuestras palabras.

Así, tomándonos por carniceros, José Antonio escribió El candidato melancólico. Un libro de título extraño, porque habla de palabras: de dónde vienen, cómo viajan, por qué cambian y, en realidad, de un montón de cosas sorprendentes que están justo detrás de ellas, y no de política como podría pensarse.
A mi me sorprendió su amenidad, pero también, la facilidad con que le dan a uno ganas de presumir lo que te descubre: como que “tragaldabas”, una palabra que utilizo mucho para describir el hambre sin fin de mi hijo menor, y que pensaba un invento de mi padre (yo soy de los que creen que los padres lo inventan todo, hasta la vida) no es sino una palabra que sigue un regla estricta de construcción: verbo en presente + 3ª persona del singular + sustantivo plural. Así, Aldaba, que viene del árabe dabba “pestillo”, “lagaratija en su forma primitiva”, explica Millán,  es lo que mi hijo se traga.
El libro, sin embargo, me despertó una reflexión singular: las palabras viajan y se transforman siguiendo una serie de maneras curiosas que, de pronto, me pareció que podrían aplicarse también a las costumbres. Pues éstas, como por ejemplo, las horas en que se toma café, el modo en que se comporta uno en la mesa, la manera en que trata uno a la novia, parecen seguir procesos muy similares: cambian de significado con el paso del tiempo, viajan de un lugar a otro, se importan de otras culturas, se modifican y forman nuevas sobre otras más antiguas… en fin, que en el ámbito de las costumbres debe haber, como en el de las palabras, historias tan apasionantes como las de las palabras mismas, la pregunta es quién será su historiador.
En todo caso, el libro tiene una virtud además de la de hacerme pensar: la de descubrir sitios en Internet de utilidad difícil de mesurar. Entre otras, algunos tesoros que se ocultan dentro del sitio de la Real Academia Española.

 

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