Un poco de contexto
La Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde imparto clase, fue cerrada en noviembre de 2019 por estudiantes alumnas que demandaban acciones decididas contra la violencia de género. Permaneció así hasta el 14 de marzo de 2020 en que se retiraron debido a la epidemia que en ese momento estaba ya extendiéndose por México.
Tras la entrega, el Consejo Técnico de la Facultad decidió una semana después comenzar el semestre en línea, fijando como fecha el 4 de mayo. Esta decisión dejaba una semana y media para preparar el material y la estrategia para impartir la clase en un formato completamente nuevo.
Afortunadamente gracias a que otras facultades habían iniciado el semestre y a raíz de la epidemia habían pasado a dar clases en línea, la UNAM contaba para entonces con algo de experiencia y de infraestructura para responder a las necesidades de la Facultad. Se habían adquirido licencias de Zoom y Blackboard, y acordó con Google el uso de Classroom y puso un Moodle a disposición de los profesores.
La incertidumbre
No conozco el proceso por el cual la Facultad decidió utilizar Classroom de Google como plataforma para que se impartieran las clases. Imagino que fue la forma más fácil que encontró la institución de poner en contacto a profesores y alumnos, sin tener que darnos a cada maestro los correos de los alumnos inscritos en la materia.
De cualquier forma, nos fue comunicado que el punto de contacto con los alumnos sería esa vía y existía la expectativa de que, tratándose de clases presenciales, los profesores harían uso extensivo de una plataforma de videoconferencias. Otras experiencias en la UNAM así lo indicaban.
Sin embargo, es claro, como se mira en los comunicados del Consejo Técnico, de la Dirección y en los correos de la Coordinación del Colegio, que no había mucha claridad respecto de la adopción de una estrategia institucional.
Lo que más se acercó a eso fue el reconocimiento de las dificultades que profesores y alumnos tienen para migrar a lo digital: los evidentes problemas de infraestructura, el desconocimiento del uso de las plataformas, la falta de experiencia en la educación en línea, y la decisión que tomó la institución de que se optara por la “flexibilidad”.
En los hechos, sin embargo, esta decisión produjo más incertidumbre sobre cómo y para qué usar Classroom, cómo y en qué condiciones impartir lecciones en zoom, y si debíamos renunciar a usar otros medios para llevar a cabo las clases, especialmente en el caso de profesores que ya usaban otras plataformas o páginas personales o blogs como medios de enseñanza.
De cualquier manera, con estas recomendaciones cada profesor tuvo que decidir, en muy poco tiempo, 4 días, qué estrategia quería seguir y cómo (los classrooms fueron habilitados apenas dos días antes de los comunicados, el 28 de abril). Además de aprender a usar probablemente una o dos plataformas nuevas, y planear sobre la base de ello, como enseñar.
Mis decisiones
Yo tomé la decisión de usar Classroom como vía para comunicarme y establecer actividades con mis alumnos por varias razones. La primera es que ahi estaría precargado todo y a donde se dirigirían los alumnos inicialmente. Segundo, las cátedras por Zoom no era opción para mí. Las considero imprácticas, aburridas para los “participantes”, pedagógicamente ineficientes y además excluyentes, porque al menos una tercera parte de mis alumnos no podrá conectarse en un horario regular. Y finalmente, fastidiosas, porque mi internet de la periferia de la ciudad, no tiene palabra de honor.
Tenía además ganas de experimentar con la plataforma, conocer sus limites y ver cómo respondían los alumnos a un modelo no sincrónico. De modo que el semestre podría resultar en una experiencia muy rica de construir otra forma de aprendizaje en condiciones extremas, que respondiera mejor a las posibilidades de todos mis alumnos.
La primera sorpresa, al comenzar a utilizar la plataforma, fue descubrir que los correos precargados, al menos en un 40% no correspondían a los que usaban los alumnos. En muchos casos, correos que habían abierto al inscribirse en la preparatoria y que ya no usaban más. Así, el proceso de “inscripción” de los alumnos en muchos casos se tuvo que hacer mediante contacto directo con los profesores. ¿Cuántos se quedaron fuera por eso? Quién sabe. Yo recibí correos en tres diferentes cuentas de correo, un mensaje directo en FB y, al término de la primera semana, tengo incorporados a mis plataformas 31 alumnos en la clase de Historia de la Filosofía IV -incluye “oyentes”, por inscribirse, extraordinarios e inscritos- y 13 en mi Seminario optativo donde la totalidad está inscrito.