En diciembre, la televisión inglesa proyecto una serie de ficción en 3 episodios llamada Black mirror. Cada uno de los tres programas aborda un angulo del impacto (y las transformaciones) que los medios de comunicación actuales -Radio, TV, Redes Sociales- están teniendo sobre nuestro día a día. La visión es, por supuesto, pesimista, pero no por ello deja de hacer sentido. Los medos -y nosotros a través de ellos- están creando una realidad que, como un nuevo ecosistema, nos está arrojando hacia un mundo completamente distinto, con posibilidades que pueden ser más bien negras.
A mi me gustó en particular el primer episodio, quizás el mejor de los tres, porque aborda de una manera muy inteligente la dependencia del poder de la imagen pública y la forma cómo los medios están llevando la vida política hacia caminos impensables. El programa es particularmente crítico con la forma en que los medios tradicionales están rebasados por los nuevos, uno cuyos efectos es la pérdida de control político efectivo, lo que impacta lo mismo a los medios tradicionales que a los actores políticos. los vuelve marionetas de unas expectativas imposibles de interpretar con claridad porque son producto de una masa que se expresa de manera caótica y en sentidos contradictorios, incluso entre lapsos de tiempo muy cortos.
El segundo episodio es también interesante porque mira, de manera muy aguda, cómo los medios restan sustancia a la crítica, transformándola en lo mismo que el mas inofensivo espectáculo. A fin de cuentas, entre dos escenas porno, siempre puede haber alguien que te diga “la verdad”. El último episodio -quizás el menos interesante- explota la cuestión de la creación de una memoria de nuestra vida. Una memoria externa, compuesta de videos personales de cada momento, que impiden el privilegio del olvido.
La serie me hizo reflexionar sobre la necesidad de ver los medios como un conjunto integrado, no como facciones diferentes -unas tradicionales, otras nuevas, unas malas otras buenas- para comprender que los fenómenos que estamos viendo, los fenómenos colectivos son producto de la forma de la dinámica entre todos.
Uno de los aspectos más interesantes que encontré en el primer capítulo fue el lugar de la transgresión a través del arte, como se indica al final al mencionar al secuestrador, donde el papel protagónico ahora sean los espectadores como aquellos que participan de lo prohibido.
Muy buena serie, saludos.