Ernesto Priani

Guía de Perplejos

Del fortalecimiento de la investigación filosófica (qué título...)

Una nueva sumergida en la biblioteca me llevó al encuentro de un libro de Fernando Salemerón, La filosofía y las actitudes morales, publicado por primera vez por siglo XXI en 1971 y reeditado en 1978. Es un texto extraño y un tanto atípico formado por tres distintos ensayos al rededor de la investigación filosófica. De uno de ellos, “Filosofía, Ciencia y Sociedad”, escrito para un encuentro sobre el papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo económico de México en 1967, tomo un texto en el que se traza una retrato de la investigación filosófica en México entonces, y un programa para su desarrollo. En él aparece de nuevo el tema de la desatención a la filosofía en México, pero también un programa para la profesionalización de la filosofía y que enfatiza su necesaria orientación hacia la ciencia.

Al comentario

 

Comentario de Carlos Vargas al texto de Fernando Salemerón.

Fernando Salmerón.

Del fortalecimiento de la investigación filosófica

Durante los últimos sesenta años han dominado la vida académica de México algunas de las corrientes filosóficas menos favorables al desarrollo de la investigación científica, no sólo por sus métodos peculiares, sino sobre todo por su temática, muy alejada de los problemas filosóficos que surgen de la marcha de la ciencia…
Existen ahora ciertas condiciones que no se daban tan claramente hace algunos años, y estas condiciones hacen posible el fortalecimiento de la investigación filosófica en aquellos campos cercanos al trabajo de las ciencias que son las que interesan en este ensayo. Desde luego, el estudio de la lógica moderna y el de las corrientes filosóficas contemporáneas que mantienen un nivel científico se ha convertido en el punto de mayor atracción para los grupos más distinguidos de las nuevas promociones surgidas en nuestras escuelas de filosofía. Se trata de un esfuerzo inicial, que no por modesto carece de importancia y que de alguna manera se puede interpretar como respuesta al estímulo derivado del trabajo de los científicos mexicanos que en los últimos años han logrado triunfos de cierta resonancia en sus disciplinas particulares.
A este cambio de actitud en las nuevas generaciones filosóficas no son ajenas, por supuesto, las publicaciones del Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos y del Centro de Estudios Filosóficos, ahora Instituto de Investigaciones filosóficas, de la Universidad Nacional. Ambas series de publicaciones han contribuido a crear un clima propicio para la colaboración de científicos y filósofos.
La necesidad de esta colaboración se ha hecho patente también a niveles institucionales. En 1962 la Universidad Veracruzana estableció la Escuela de Física y Matemáticas dentro de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias, poniendo en práctica, acaso en forma prematura, las carreras mixtas que conducirían al estudiante a una formación filosófica, simultáneamente a su preparación en otra disciplina científica. La reforma que la Universidad Nacional puso en práctica el año de 1967 para la Facultad de Filosofía y Letras se encuentra en la misma línea al diversificar la formación del estudiante en varios campos de trabajo filosófico bien delimitados –lógica y epistemología; historia de la filosofía, estética e historia del arte; ética y filosofía de las ciencias sociales- que obligan al alumno a ligar su preparación filosófica con una determinada área de conocimientos científicos particulares.
Ni las escuelas ni los institutos de ciencias ni los institutos tecnológicos han dado pruebas todavía de abrir su atención a los problemas filosóficos….
A pesar de las condiciones favorables, el desarrollo de los estudios filosóficos tropieza en México con serios obstáculos. Aunque la filosofía no exige disponer de instalaciones especiales ni de equipos costosos –salvo la existencia de buenas bibliotecas-, reclama como cualquier ciencia su institucionalización como parte de la estructura social en organismos que garanticen la libre investigación. Además, el progreso de la investigación filosófica exige, tal vez de una manera más acentuada que la ciencia, un conjunto de requisitos culturales bajo la forma de un estado adecuado de conocimientos, que a su vez se apoye en una tradición cultural de base más amplia. Y los avances serán más seguros mientras más fácil y directa sea la vinculación de la filosofía con la marcha de las ciencias y mientras mejor se cultive la línea más viva y más rigurosa de la propia tradición cultural.
Las recomendaciones que pueden hacerse en relación con el fortalecimiento de la enseñanza y de la investigación filosófica pueden agruparse en torno a tres cuestiones que en verdad son inseparables: las que se refieren propiamente a los organismos que participan en la investigación; las que se refieren a la docencia en cuanto preparación del personal para incrementar y mantener aquellos organismo, y las acciones aisladas que vendrían a reforzar momentáneamente las tareas anteriores y sus actividades de difusión.
Si nos atenemos al volumen de las publicaciones y al número de personas dedicadas íntegramente a la tarea, podemos decir que en México la investigación filosófica se lleva a cabo casi exclusivamente en dos instituciones: el Instituto de Investigaciones Filosóficas y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Pueden citarse también otras facultades de la misma Universidad, la de Derecho y la de Ciencias Políticas que trabajan en el campo de la filosofía sus respectivas áreas especializadas, y un par de universidades de provincia que en los últimos años mostraron cierta actividad, Jalapa y Monterrey. Pero existen además El colegio de México y el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, en que se hace investigación filosófica a pesar de que no poseen departamentos ni escuelas de filosofía a nivel superior –en instituciones privadas, en escuelas normales superiores, en universidades de provincia-, pero a uzgar por las publicaciones no se hace en ellas investigación.
Frente a este panorama verdaderamente desolador, lo primero que se ocurre como medida aconsejable es la creación de nuevos centros que aumente la densidad y la potencialidad de la actividad filosófica. A largo plazo ésta puede ser una medida indispensable para mantener una relación de equilibrio entre la investigación filosófica y el desarrollo de las ciencias, que además de tener repercusiones favorables en los diversos niveles de la enseñanza superior hará posible la participación de nuestro país en la vida filosófica internacional. Sin embargo, el primer paso deberá ser el fortalecimiento de las estructuras existentes, mejorando cuanto sea posible los niveles de trabajo académico en aquellos sitios en que ya está funcionando aunque sea con un mínimo de eficacia.
Tratándose de nuevos centros, la localización es en verdad un punto decisivo. Nuevas cátedras o nuevos departamentos deben abrirse solamente en aquellas instituciones de alto nivel que pueden ofrecer puntos de apoyo en la enseñanza y en la investigación científica. Las escuelas y los institutos de ciencias, los institutos tecnológicos y el propio Colegio de México serían los lugares adecuados para el establecimiento, en cada caso de acuerdo con las condiciones propias, por ejemplo, de cátedras o departamentos de lógica, epistemología o filosofía de las ciencias sociales…
Pero todo lo anterior supone el problema de la preparación de investigadores y maestros de alto nivel, que se encargue de incrementar las labores actuales, es decir, no sólo de mantener la organización sino de preparar a los sucesores y a los fundadores de otros centros.
Entre nosotros, la preparación de un maestro productivo o de un investigador en filosofía requiere más años de lo que normalmente se supone. Las experiencias más recientes permiten afirmar que, después del paso pro la facultad que lleva al grado de licenciado en unos cuatro años, son indispensables los cursos y seminarios de posgradudado, bajo la guía de un buen maestro que sepa ayudar en la investigación y en la práctica docente a nivel de facultad, tareas que en conjunto pueden llevar a otros dos o tres años. Y después de esto todavía resulta aconsejable hacer estudios en alguna universidad extranjera que, cuando incluyen la obtención de un doctorado, suelen durar otros cuarto años. Esto no excluye, desde luego, la excepción a la regla del estudiante a media autodidacta que en determinadas condiciones puede saltar algunas etapas. Pero, de todas manera, contribuye a explicar que en una actividad tan falta de estímulos como es la docencia o la investigación en filosofía el número de los que alcanzan la meta señalada es verdaderamente escaso.
Sin entrar a otro tipo de problemas, que están a la espera de un estudio detenido… es indiscutible que un plan de becas adecuado, es decir, orientado generosamente a campos tradicionalmente desatendidos como la filosofía, puede ser decisivo para la formación de nuevos profesores…
Es necesario advertir, sin embargo, que en este tipo de recomendaciones no consideramos los problemas complejos que afectan a la enseñanza superior en todas sus especialidades, si se la contempla en escala nacional. Baste declarar solamente que los programas de becas para la preparación de profesores, como todas las disposiciones relativas a la docencia –designación, promoción, escalafón académico, etcétera- permanecen como soluciones parciales mientras no puedan operar a nivel nacional y dar protección al profesorado de carrera de todas las instituciones de enseñanza superior…
Finalmente, debemos decir que también es útil toda acción aislada y a corto plazo que se proponga simplemente reforzar las investigaciones filosóficas o la difusión de los resultados mediante la edición de libros y revistas especializadas. El incremento de las bibliotecas y de su funcionamiento eficaz. La invitación sistemática a profesores extranjeros para enseñar y colaborar en los trabaos de los organismos nacionales… en una palabra, el estímulo a todo intento serio por dar a la filosofía el nivel de profesionalismo que requiere el desarrollo de las ciencias en nuestro país, y el sentido de actualidad que permita a los profesores mexicanos participar en la actividad filosófica internacional y colaborar en el avance de los conocimientos.

Fernando Salmerón. La filosofía y las actitudes morales. Siglo XIX, segunda edición 1978. pp 98 a104.

Comentario

Más que una reflexión sobre la filosofía y la filosofía en México, el texto de Salmerón parece más bien un programa que se plantea a futuro el desarrollo de la filosofía, en el ámbito institucional y profesional. Solo que, claramente, se propone el desarrollo de un cierto tipo de reflexión: la ligada directamente al desarrollo de la ciencia. Pero más allá de esa visión programática de la filosofía en un de sus ramales, el texto aporta otros datos sobre la situación de la filosofía en México. Primero, el número de centros en el que se lleva a cabo: la UNAM, Veracruz y Monterrey, después la carencia de programas de formación, pero sobre todo, de estudios de posgrado que considera algo que de manera particular debe desarrollar el filósofo.
El retrato hecho por Fernando Salmerón en 1967 nos permite hoy no sólo ver cómo el programa de la filosofía de la ciencia se ha desarrollado con éxito, al menos dentro del ámbito de la filosofía, pero sobre todo y sorpresivamente, del éxito en el crecimiento y en la expansión del estudio de la filosofía en México.
Este dato es el que, me parece, resulta más revelador frente a la crisis de significación y relevancia de la filosofía en México, pues ya no son sólo cuatro centros dónde se produce reflexión filosófica sino muchos más, no únicamente en la ciudad de México, sino también en los estados. A pesar de las crisis, y de un país que naufraga, sobre todo en materia educativa, la reflexión filosófica ha crecido. El hecho confunde y pone en alerta: ¿Qué significa exactamente que sean más los centros y las instituciones en que se hace filosofía? ¿Es que, en efecto, la filosofía ha cobrado más importancia, se ha vuelta de cierto modo más vigorosa?
Es, por supuesto, difícil saberlo. Pero sorprende que, en lugar de estar mermar, la filosofía parece tener un curioso vigor. Un rasgo cultural –peculiar- que quizás explique la reacción contra la decisión de la SEP.

 

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