Las humanidades en México han sido bastante conservadoras en relación con la adopción, uso y conocimiento del cómputo y la computación en red. Pero en estos días es posible sentir una corriente favorable en el ámbito de las humanidades hacia la publicación electrónica a través de PDF.
Desde mi punto de vista, hay varios factores que están influyendo para que sea éste el formato que esté ganando adeptos. Por un lado, existen una serie de condiciones que están empujando el mundo de la edición especializada hacia la publicación electrónica. Una es el hecho de que mientras los presupuestos para la edición en papel se mantienen o, incluso, van en declive, la presión para que investigadores y profesores generen publicaciones va al alza. Por otro lado, las limitaciones en el número de ejemplares que se autorizan para cada tiraje con presupuestos universitarios (500) y las deficiencias en la distribución de los libros, hacen que el impacto de éstos sea, en realidad, mínimo, y que la distribución en internet de archivos electrónicos se vuelva mucho más interesante.
Por otro lado, hay una serie de hechos que han ido haciendo del PDF un modelo de edición electrónica, destaco los dos que me parecen más notables. Circular libros escaneados en formato PDF es una práctica académica común, que ha venido a sustituir la circulación de fotocopias. Coincidente con esto, el formato PDF fue adoptado para la reproducción digital de los artículos especializados en revistas para su inclusión en bases de datos, lo que le ha dado legitimidad dentro de la comunidad académica.
Sin embargo, el hecho determinante, en del terreno simbólico, para que los archivos PDF se estén convirtiendo, de la noche a la mañana, en libros electrónicos, ha sido la aparición de los dispositivos de lectura como el Kindle de Amazon y todas sus variantes comerciales, hasta el Ipad de Mac.
En realidad, no importa que los dispositivos no estén disponibles en México, y que su llegada, si alguna vez ocurre –en realidad, es aun muy pronto para saber si será la tecnología y el modelo que prevalecerá al final- pueda darse, de forma masiva, hasta dentro de algunos años. Pero el término libro electrónico, y la asociación de dispositivos con librerías virtuales como Amazon y casas editoriales, ha venido a ser clave para que, súbitamente, algunos bites se conviertan el libros.
Este reconocimiento simbólico del PDF como libro y el consecuente entusiasmo por su uso como modelo de publicación, no deja de ser problemático. Principalmente porque a través de él intentan conservar algunas cualidades, pero a través de ellas, también los intereses y las estructuras económicas y de poder del libro impreso (Copyright, mediación editorial, barreras al flujo del conocimiento y al intercambio comercial). De modo que legítimamente uno puede preguntarse si es la institución universitaria la que debe apostar por algo así.
Pero el otro problema, que en el fondo es el que a mi más me inquieta, tiene que ver directamente con el cómputo en las humanidades: el PDF es para ello un dique, porque no abre la puerta a la exploración y reconocimiento de otros productos de las humanidades a partir del aprovechamiento del cómputo y del cómputo en red.