Hay obras y textos para los que la publicación digital en línea parece haber sido concebida. Las más de las veces, se trata de obras cuya edición en papel resulta simplemente impensable, más por su complejidad, que por otras variables como el costo o el mercado. Obras donde encontramos vinculadas imágenes facsimilares, transcripciones, traducciones a más de un idioma, anotaciones a cada uno de los distintos textos, así como presentaciones, introducciones y un largo etcétera. Es ahí cuando se aprecia la versatilidad, amplitud y conveniencia de la edición digital, y se rinde ante lo que es sin duda, un trabajo admirable.
El Codex Sinaiticus es una de esas maravillas indiscutibles. Se trata de uno de los manuscritos más antiguos que se conservan. Escrito hace 1600 años, a mediados del siglo IV, es unaBiblia compuesta en griego donde se incluyen, como parte de la Septuaginta textos que no aparecen en la Biblia hebrea. Al Nuevo Testamento, incluido en su totalidad, se agregan dos textos claves en la historia de la cristiandad que no prosperaron como libros bíblicos: la Epístola de Barrabas y “El pastor” de Hermas. Hay diferencias notables también en la secuencia de los textos. Pero el conjunto de estas características del Codex, lo hacen ser una clave en la historia de la Biblia y en la formación del pensamiento cristiano. El Codex tiene también mucha importancia en la historia del libro, por el material en que esta escrito y la forma de reunión de sus páginas, de modo que nos aproxima y nos revela un pasado al que sólo tenían acceso los especialistas más interesados en el tema, y con mejores recursos.
Pero mi interés principal está en la edición electrónica de esta joya. Es primero, una edición facsimilar, en la que se han digitalizado cada una de las páginas del Codex en un esfuerzo que es a la vez, de conservación y de difusión. La digitalización es de muy alta calidad y permite trabajar plenamente con las imágenes. Además, se encuentra un trascripción por verso o por página, que se llevó acabo a través de un procedimiento que implicó la realización de dos trascripciones independientes, su comparación a través de un software que detecta las diferencias y la revisión de los casos en que hubo desavenencias entre los transcriptores. Además, los textos transcritos tendrán una traducción al inglés, al alemán, al ruso y al griego (no todas las traducciones está ahora disponibles), que son los idiomas de las instituciones participantes.
En suma, se encuentran presentes e integrados, prácticamente todos los elementos que uno podría esperar en la edición digital de una obra así de compleja, para hacerla accesible a quien, desde cualquier parte del mundo, se interese en estudiarla. Pero el desarrollo de este proyecto muestra otra cosa. Nos deja ver hasta qué punto el cultivo de las humanidades hoy pasa también por el conocimiento y el desarrollo de la tecnología. Pues el diseño y la creación de la interfaz de usuario, la formales de comprender la integración de las dimensiones textuales implícitas en un trabajo de escaneo, trascripción y traducción –que han sido labores fundamentales de la tradición humanística- es producto del propio trabajo de los humanistas y resultado de sus propias necesidades.
En este sentido, no dejaré de repetir la urgencia de que nuestras humanidades accedan y se expresen ya, también, como una cultura de la tecnología, y como una empresa, a la vez, de apropiación, investigación y desarrollo de las herramientas futuras de las humanidades.